Buscar este blog

viernes, 6 de abril de 2007

El Giro



Mirando hacia adelante, en un punto que se pensó estaba muerto y con pocas posibilidades de revivir... trataba de encontrar la manera de recuperar la ilusión o tan sólo un pequeño motor que le permitiera salir del remolino en el que poco a poco, casi sin darse cuenta, se había metido; había caído sin haber dado el último adiós.
Pero nadie lo puede saber, no es posible comprenderlo ni anticiparlo. Con los ojos perdidos en una vida sin motivos, sin sueños y ya sin acciones, su espalda fue tocada por las manos de un ángel que con su sonrisa le permitió reconocerse a sí mismo.
No era conciente, no se puede ser, pero fue el instante en el que todo pudo llegar y al mismo tiempo todo se pudo quemar.
Al filo del abismo se vio a punto de saltar y tal vez ya lo había hecho millares de veces atrás, pero no había terminado de morir, la fuerza que él mismo no reconocía, le estaba ayudando a subir de nuevo, a ponerse los zapatos y a intentar una vez más el suicidio de su vida, aunque el cuerpo mantuviera la vitalidad, muy a pesar de los pensamientos.
Sus ojos volvió a cerrar, no tenía ganas de volar ni de intentar cambiar el sol de la monotonía por la lluvia de la ironía, ya no tenía fuerzas para empezar y la espalda prefirió dar.
¿Cómo reconocer que esa era su oportunidad cuando ya había olvidado creer en todo lo que un día él mismo fue?
Al otro lado, a punto de saltar también, estaba ella rogando por su grito de auxilio, por un instante en los brazos de quien le pudiera hacer sentir la vida, ya no como su eterna condición, sino como la opción de quien pronto morirá... pero no hubo toque de ángeles ni cantos de voces conocidas que la ataran a la tierra que le había dado la vida, ella esperaba la señal que él tuvo y él esperaba por la valentía que ella aún guardaba.
Las lágrimas empezaron a traicionar su decisión, aunque no tenía tiempo de lamentarse ni arrepentirse, la zoga había colgado y su señal había pasado, para ella también era la oportunidad perdida de una vida lejos de sí misma. En esta ocasión no llegaría.
Cada uno, en un extremo, mirándo sin mirar, amando sin saber, dieron el salto al vacío desconocido que poco a poco se tragó las penas y los dolores, los levantó en un sólo soplo y los llevó a la barca donde todo debía comenzar... lejos de abismos, de desiertos intransitables, de lágrimas secas y amargas, de noches en vela esperando por regresar.
Sentados, uno frente al otro se tocaron sin temor, reconocieron la piel de ellos mismos en las manos del otro y sin palabras de más ni silencios eternos, entendieron que la única manera de llegar era olvidando todo lo que fueron y lo que jamás llegarían a ser... la única manera de encontrar lo que habían perdido, era perdiendo lo que nunca pudieron ganar.

No hay comentarios: