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domingo, 29 de abril de 2007

¿Suspensivos o a parte?



¿Qué somos? ¿Hombres y mujeres? ¿A caso somos?
Quizá la utopía de un mundo mejor, utopía que no existe sin su palabra y que se ha perdido en ese espacio en el que el ser no existe, peor... nunca existió.
La palabra no tenía quien la gritara y se desvaneció en un tener imposible, porque la ausencia se comió todos los espacios de la posibilidad, entonces nada podía ser/ estar/ tener/ amar.
¿Y aún quedaba la esperanza de ser hombre y mujer?
De repente renace la utopía y se cuela en el fondo de maravillosos cerebros andantes y danzantes pero encarcelados.
Crece la utopía y regresa el habla y la existencia, se alaba al aire, el cual sería nada bajo la ausencia de su nombre, no se expandiría de no haber quien lo respirara.
Los cerebros oscurecen; recuerdan episodios que jamas ocurrieron.
La angustia regresa, acompaña a la nada en la cual la utopía es devorada, se expande sin límite hasta caer al vacío.
¿Seguimos siendo hombre y mujer?
Tal vez no hemos descubierto que también somos ausencia; somos sin ser, padeciendo el tener que vacía al instante y nos funde con la nada...

Ante la muerte...

Ante la muerte...
el silencio que todo lo calla,
la penumbra que a todos abruma.
Ante la muerte...
queda el dolor sin sangre,
la fortaleza de la tristeza
que se hace amiga de las madrugadas heladas.
Ante la muerte...
la angustia disimulada,
la rabia disfrazada,
el vacío por la ausencia jamás comprendida.
Ante la muerte...
un último suspiro,
el aliento perdido,
la mirada desconocida que deja el vacío.
Ante la muerte...
el frío,
el insomnio tras la ventana,
las luz huyendo de las bombillas.
Ante la muerte...
regresa el silencio que ensordece,
los recuerdos que se enfrentan al encuentro.

Telarañas



Entraste por ese pequeño espacio que dejó tu vida ante la mirada de otros, ese espacio que poco a poco se fue cerrando y amarró los sueños que alguna vez fueron propios, fueron el motivo de las sonrisas y la posibilidad de la vida.

La historia no pudo ser contada, no había mucho que contar, sólo laberintos y laberintos que olvidaron la luz en algún lugar de la mañana y espantaron a las mentes hostiles que creían todo saber y todo poder. Ellas también se perdieron con la entrada y aprendieron a vivir en un mundo paralelo en el que pocas veces había gotas de lluvia calmando la sed.

Fue la vida que llegó, tal vez no la que se deseó, pero el deseo no importa cuando la realidad se hace presente entre las tristezas de una cama vacía, de una mañana fría y el amor partido por la distancia de la soledad. La vida saludó con la sonrisa dibujada en cada uno de sus instantes, demostró que ella toma decisiones y ella elige los caminos. ¿El resto? Sólo es parte de ese teatro que ella ha montado para satisfacer su tan aburrido día, su tan anhelada libertad.

¿Y el laberinto? ¿Y el espacio cerrado? ¿Para qué saber de ellos si ya están perdidos? Sólo son la ilusión de aquellos que aún creen en encontrar una salida, una mejor opción y un mañana diferente, hasta que descubren que cada tramo se repite como en un eterno retorno de los cuerpos incapaces de levantar la cabeza y regalarse al viento. No hay salida, sólo aceptación de la situación... ya verá quién entra en ese túnel, enloquecerá pero tendrá una motivo para cada día levantar los brazos e intentar caminar.

Otros, simplemente reconocen el final y aceptan que es mejor que llegue la vida, dance y juegue con los cuerpos hasta el día que decida irse de nuevo para dejar todo en el estado que algún día lo encontró, porque aún ella sigue siendo así, no cambia aunque el tiempo relativo pase o los hombres crean que harán la diferencia.

viernes, 13 de abril de 2007

El Ancla



Las historias tímidas pueden no terminar bien y las de amor suelen tener tramos de maldad... quizá es mejor echarse a dormir y olvidar por fin que un día se quiso volar. Podemos pensar en descansar y tal vez la cama sirva para arrullar los sueños ajenos.

Aún así, pocas veces se puede amar en dos ocasiones y menos cuando se ha entregado la vida hasta el destierro, suele ser mejor salir a embrigarse y convencer a las sábanas que olviden su alergia a la madrugada.

No es cuestión de atender las cartas quemadas ni saber si alguien las quiere tener... la soledad se convierte en compañía como alguien lo aseguró alguna vez y puede ser el camino hacia una felicidad partida.

Se envuelven los engaños en sonrisas que no calientan los ricones de las hadas y quién responde por las pérdidas y el dolor del abandono que poco a poco se cuela por entre las rendijas que ya no evitan el paso del tiempo ni del viento lejano, de los gritos que llaman a la desesperación y esconden la claridad de la aurora clandestina.

¿En dónde se encuentran los faros? ¿En dónde hallar el muelle que calma las ansiedades de los pasajeros? La tierra se acorta, se desvanece y aún se puede sobrevivir en un puente.

domingo, 8 de abril de 2007

Desorientado



Una mañana gris, danzando con las lágrimas que han quedado sin salir... quizá aún haga falta encontrar las palabras que no se pudieron decir, pero llega el "blues" y se sienta junto a mí, susurra que no me dejará ir.

En dónde están las voces inocentes que solía escuchar, los colores que acompañaban mi pintar, se han ido y no los puedo hallar.

Los cuentos de princesas ya no los puedo atesorar porque las mañanas llegan con sus sueños y no me dejan escapar... es el gris de los días tristes, de los ojos ausentes y de las sonrisas amadas por los pequeños duendes de la madrugada.

No es suficiente con despertar, los ángeles han partido a otro lugar, donde el amor es posible en un mundo de fantasmas clandestinos y cantos fugaces.

Seguir el camino sin posibilidad de mirar las luces de la noche y aún así puedo recoger las flores rotas que dejaron las máscaras del pasado sobre una mesa vieja, amante de lo olvidado.

Espero, quizá es lo único que tengo: la espera infinita de una nueva visita a este rincón que se niega a morir en el espanto de al consideración... tal vez morirá y aún así la mañana gris regresará.

sábado, 7 de abril de 2007

Desafinado



Dos notas para voltear la mirada y encontrar la página abierta de una historia aún no contada y que una vez más deberá esperar por un mejor momento para poder llegar...
Dos notas, dos palabras y dos ojos encontrando lo que en el mundo debía buscar para descubrir que ese siempre fue el lugar donde debía estar, pero era temprano para levantar velas y salir a navegar, el barquito de papel aún necesitaba reparación y las notas tuvieron que regresar, aguardar por el momento en que los oídos estuvieran listos para empezar a escuchar.
No fue poco el tiempo el que hubo que esperar, mucha lluvia cayó sobre el valle e inundó las plantaciones que de muchos fueron ilusiones. ¿Pero quién puede reprender las tonadas del cielo? Recogiendo la poca cosecha y haciendo maletas, el camino tenía que empezarse a andar, aunque no se quisiera y el temor esperar en el primer paradero para hacer desistir a quién con dolor y valor hizo maletas (con lo poco que aún necesitaba para iniciar un nuevo camino lleno de desesperanzas y vacío en el horizonte).
El temor asechando y la lluvia que no cesaba, ¿quién podría imaginar que algún día encontraría el calor de una nueva posada? Pero nada había sido tan difícil que no pudiera volver a poner las piernas en pie y recuperar el aliento, porque la vida seguía, aunque los sueños volaran lejos de la mente. Con la frente en alto, como tantas veces caminaron otros, con los pulmones abiertos como tantas veces el aire lo pidió... el último sorbo de café bajó por la garganta y fue suficiente para que las notas empezaran a llegar desde muy lejos, primero leves, cada vez más fuertes hasta que se ahincaron en el oído, como vecinas de siempre que segundo por segundo repiten que no hay arrepentimientos ni dudas, las culpas han volado porque el barco de papel sólo puede soportar una mente liviana dispuesta a continuar lejos de las cadenas y las falsas creencias que la amarran a un valle sin siembra.
El barco está listo y espera el abordaje de quien aún crea que sólo su mente es necesaria para el viaje.

Un Sábado Sabático


Se hace corto el olvido cuando hay tiempo para recuperar los pedazos de la vida que en cada esquina fueron quedando como adornos del pasado; hacen pensar al observador inocente que siempre estuvieron ahí, que siempre fueron dueños y huéspedes de ese lugar... pero la verdad es diferente y los años no se hacen esperar cuando hay que levantar la mirada y con el dolor de la ingenuidad se tiene que mirar esa vida que se ha dejado atrás.
Quizá fue mejor, quizá no, quizá sólo fue lo que siempre tuve que ser y no hizo algo diferente de lo que hubiera podido hacer. Entonces ¿por qué preocuparse por olvidar? ¿Por qué tanta insistencia en alcanzar y llegar?
Es la vida, es la vida y nada más la que por la mañanas levanta a los perezosos y los obliga a danzar, es esa la que poco a poco se cuela por entre las rendijas de las alcantarillas y huele al bajo mundo, pero también acompaña a los aromas de la primavera y arrulla a la luna que llora por aquellos que ya no pueden llorar. Es la vida que nos toca aunque no sea una invitación, aunque se trate sólo de la condición para permanecer en los corazones y quizá en la memoria de los que ya perdieron las razones para caminar un paso sin necesidad de soñar con el siguiente.
También ella nos ínsita a olvidar lo que tantas veces insistimos en recordar y sin avisar toca con sutileza las puertas sellada en las que el dolor se mezcla con las sonrisas, en las que el amor y el odio son pareja inseparable y el calor invade al frío con las llamas de la apatía.
Es inclemente esa vida, jamás se dijo que amara la benevolencia.
Sólo aparece cuando se hace conciencia y te lleva por los caminos salvajes de la ilusión y la posibilidad aunque sabe que la única posibilidad es la que ella quiera otorgar.
Es esa vida la que viene a aplacar la angustia aunque ella la produce, se acuesta en la cama caliente e intenta abrazar lo que ha hecho con una mente moldeada por sus propias manos y que segundo a segundo entiende que ella nunca tuvo una oportunidad diferente de ser lo que es... pues esa es la vida.

viernes, 6 de abril de 2007

El Giro



Mirando hacia adelante, en un punto que se pensó estaba muerto y con pocas posibilidades de revivir... trataba de encontrar la manera de recuperar la ilusión o tan sólo un pequeño motor que le permitiera salir del remolino en el que poco a poco, casi sin darse cuenta, se había metido; había caído sin haber dado el último adiós.
Pero nadie lo puede saber, no es posible comprenderlo ni anticiparlo. Con los ojos perdidos en una vida sin motivos, sin sueños y ya sin acciones, su espalda fue tocada por las manos de un ángel que con su sonrisa le permitió reconocerse a sí mismo.
No era conciente, no se puede ser, pero fue el instante en el que todo pudo llegar y al mismo tiempo todo se pudo quemar.
Al filo del abismo se vio a punto de saltar y tal vez ya lo había hecho millares de veces atrás, pero no había terminado de morir, la fuerza que él mismo no reconocía, le estaba ayudando a subir de nuevo, a ponerse los zapatos y a intentar una vez más el suicidio de su vida, aunque el cuerpo mantuviera la vitalidad, muy a pesar de los pensamientos.
Sus ojos volvió a cerrar, no tenía ganas de volar ni de intentar cambiar el sol de la monotonía por la lluvia de la ironía, ya no tenía fuerzas para empezar y la espalda prefirió dar.
¿Cómo reconocer que esa era su oportunidad cuando ya había olvidado creer en todo lo que un día él mismo fue?
Al otro lado, a punto de saltar también, estaba ella rogando por su grito de auxilio, por un instante en los brazos de quien le pudiera hacer sentir la vida, ya no como su eterna condición, sino como la opción de quien pronto morirá... pero no hubo toque de ángeles ni cantos de voces conocidas que la ataran a la tierra que le había dado la vida, ella esperaba la señal que él tuvo y él esperaba por la valentía que ella aún guardaba.
Las lágrimas empezaron a traicionar su decisión, aunque no tenía tiempo de lamentarse ni arrepentirse, la zoga había colgado y su señal había pasado, para ella también era la oportunidad perdida de una vida lejos de sí misma. En esta ocasión no llegaría.
Cada uno, en un extremo, mirándo sin mirar, amando sin saber, dieron el salto al vacío desconocido que poco a poco se tragó las penas y los dolores, los levantó en un sólo soplo y los llevó a la barca donde todo debía comenzar... lejos de abismos, de desiertos intransitables, de lágrimas secas y amargas, de noches en vela esperando por regresar.
Sentados, uno frente al otro se tocaron sin temor, reconocieron la piel de ellos mismos en las manos del otro y sin palabras de más ni silencios eternos, entendieron que la única manera de llegar era olvidando todo lo que fueron y lo que jamás llegarían a ser... la única manera de encontrar lo que habían perdido, era perdiendo lo que nunca pudieron ganar.

jueves, 5 de abril de 2007

La Ventana

¿Abierta o cerrada? Cómo saberlo cuando el horizonte es lo que hay detrás y por dentro a veces sólo se ve un sendero, que tal vez se abrirá y llenará el valle con sus vivencias pero ante los ojos temeroso se va haciendo estrecho...
Es la ventana en la que muchas charlas se han gestado y algunas lágrimas se han derramado, acompaña los minutos de la tarde cuando el sol cae e ilumina los pequeños rincones del día a día, que invade a la monotonía con posibles sueños de una noche lejos de los espantos y las heridas que tantas veces han causado daño.
No es sólo la apertura ni la vista de los que han quedado atrás, no es siquiera la posibilidad de salir y correr en algún otro mundo lejos del pasado perseguidor/ aterrador/ entristecedor... ¡No! No es eso, es todo, es la vida misma que en esa ventana se gesta y muera, crece y se desvanece y aún así continúa con su súplica a los vientos para que no olviden entrar por allí y levantar, como una pluma, las decisiones y las voluntades de los que aún no han mirado a través de ella.
Es la compañía en las noches con un vaso en la mano, mientras los recuerdos se esfuman en el humo del tabaco que no hace bien pero alivia la angustia del sentirse finito en un mundo de infinitas posibilidades, que como posibilidades no son reales hasta que se convierten en realidades y nos muestran que de tal infinitud sólo quedó el vestigio porque la contingencia regresó con la etiqueta de la muerte, no sólo del cuerpo, del día, del amor, de los sueños, de las canciones que nos hacían soñar con una vida distinta... y claro que fue distinta pero no fue la que se soñó cuando a los cinco años se pensó que esa infinitud hacía parte del ser humano y la muerte no era un pensamiento recurrente, o tal vez sí pero no había conciencia para conocer la frialdad que ella trae debajo de su brazo.
Se hace tarde y no llegará la noche, porque ella sólo acompaña a los amantes que reflejan sus pasiones en el cielo oscuro, ese que oculta lo indiscreto a los ojos perdidos en la moralidad del deber. Pero ese cielo es el cómplise para que una vez más llegue la mañana y tal vez traiga consigo la mirada, la voz, la piel de una vida a aquellos que aguardan por su realidad aunque jamas será infinita.