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lunes, 21 de mayo de 2007

El engaño



Se enciende la llama y el humo espeso, indecente envuelve a los ojos inocentes que crecen sin saber y sufre por las ignorancias ambiguas que acompañan a las imágenes, asesinas de lo real.

Danzan los personajes desconocidos entre velos, que clavan sobre el corazón la daga sin filo, la dama prudente que desde lo lejos sonríe amable, aunque sus manos develan la verdad de sus sueños.

El humo reaparece, abraza las inseguridades que acabaran bajo tierra y sellaran el destino de las palabras insulsas, vengadoras del dolor, aquel que ha sido inventado con los alcances de las cavernas y los mitos provenientes de bocas maliciosas, cazadoras de sentidos opuestos.

Sus ojos se deshacen en lamentaciones inexplicables y la sangre desciende por los poros sicatrizados, que procuran una voz, gritos de auxilio para acabar, sepultar las cadenas y plácidamente descansar.

Es la historia pero aún es ideal, es la que amenaza con el camino, las mariposas y las pocas posibilidades de escapar de las celdas voluntarias e invisibles ante los temores ficticios.

Se reproducen los espectros, repiten lo conocido; las mimas estrofas que declaran la existencia del infinito, la ausencia de su comprensión y la certeza de lo predeterminado y contingente.

Se puede ver el punto, pero el humo empaña el espacio y los ojos han de ser vendados para que el eceptisismo arrulle su fracaso y les susurre su misión.

La caverna ha de ser abandonada si aún se desea enmendar los errores y en silencio el halcón alcanzará el vuelo mientras la llama se consume, apoca al humo y fallece en los dedos quebrados de lo que jamás ha de ser.

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