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martes, 26 de junio de 2007

Guerra


Se agota el espacio que es sólo mental, se vierte sobre la copa que, amarga, envuelve al tiempo que se quiere olvidar.

Entonces se apagan las velas, se consume el dolor y la memoria traiciona a los instantes frágiles que como héroes intentan luchar.

Es la mente quien juega y engaña, quien compra las parcelas e intenta ganar...

Tal vez no es suficiente y se debe morir para resucitar entre los bosques y hallar las fragancias que aún pueden renovar las pequeñas caricias y las sombras proyectadas sobre el mar intangible y deseoso de navegar.

Se compran ilusiones pero se debe alcanzar más que la oscuridad conocida, es más fuerte la luna helada aunque no es la única.

Está en venta la espada sin filo y cansada será olvidada, pues la historia ha de ser recontada para que las gotas se sequen y las manos logren sembrar nuevas ideas en campos innombrables, en mundos incarcelables.

Se siente el adiós que acarrea la angustia del abismo y así se hace necesaria su sepultura que reencarnará las auroras extrañas, bailarinas sobre escombros que no pueden aullar, que olvidaron la maldad y asesinaron las flores rotas, hijas de la fealdad.

Se agota el tiempo y tal vez ya se agotó, se perdió en el consuelo innecesario que a todos engañó.

No más lágrimas compradas, ni sueños secuestrados; las espinas sangran en la piel, pero el dolor debe perecer y esconderse del presente mientras ruega a las nuevas hadas para que en la madrugada no quede el miedo de sus palabra.


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